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Estudios y comentarios sobre la gestión de recursos humanos o de personas, concepto esencial en la mejora de la Administración Pública

Ladrones de tiempo y mejora de la productividad en las organizaciones

 Uno de los mayores problemas que encontramos en el trabajo diario son los denominados “ladrones de tiempo”; esas interrupciones, internas o externas, que nos distraen de la tarea que estamos desarrollando y que prolongan su total y eficaz finalización, amén de producirnos un sentimiento de –precisamente- pérdida de tiempo, de que no nos cunde el trabajo, desasosiego, etc. lo que lleva a un negativo círculo vicioso de rendimiento por debajo que lo que somos realmente capaces.

Esto se da no sólo en el ámbito privado sino también en la Administración; es algo común a cualquier tipo de organización y de trabajo, independientemente de su dificultad, si bien se suele dar más en unos empleos que en otros. Por ejemplo, en los que implican atención al público junto con tareas internas será más habitual que en otros que no se relacione tanto con el exterior.Precisamente esto es habitual en determinados departamentos de las administraciones, donde además de tener que llevar a cabo tareas muchas veces rutinarios, se presta un servicio principal o accesorio de atención al ciudadano.

Ladrones de tiempo

Además están el teléfono, el correo electrónico, los compañeros, jefes, reuniones inútiles… que nos distraen de la tarea que estamos haciendo en ese momento. Si junto a todo esto nos cuesta concentrarnos, estamos pensando en mil cosas y no sabemos organizarnos con eficacia, el problema se acentúa hasta el punto de encontrarnos incluso bloqueados ante la idea de tener mucho que hacer y ver que no avanzamos o no saber por dónde empezar.

Los ladrones de tiempo son algo inevitable en casi cualquier empleo. Por ello, se hace imprescindible una buena técnica para reducir al mínimo su influencia a la vez que mejoramos nuestra productividad. El problema, como de costumbre, es que nadie nos ha enseñado a controlar nuestro tiempo, a ser más productivos reduciendo tiempos muertos y distracciones; a organizarnos en una palabra.  Esto depende de cada uno, del control que tengamos personalmente sobre nuestras tareas.

Esto no lo enseñan en las escuelas ni universidades, ni mucho menos entra en los temarios de las oposiciones o se valora en las entrevistas de trabajo o en el curriculum, pero resulta de una importancia vital si de productividad estamos hablando, sobre todo hoy en día, con la crisis y los intentos de hacer las empresas y la Administración pública más eficientes.

Se está debatiendo mucho sobre la mejora de la productividad, de la eficacia y  la eficiencia de las organizaciones, en el ámbito público, por ejemplo, se ha aprobado el Estatuto Básico del Empleado Público, nuevas leyes y otras normas sobre el empleado público, se importan técnicas y conceptos desde el sector privado para mejorar esa productividad, se habla de Administración inteligente, proactiva, de motivación del empleado, de la necesidad de liderazgo, de gestión de equipos y el no va más: de la evaluación del desempeño.

Pero no se tiene en cuenta una parte muy importante y casi diría que nuclear del problema de productividad que tenemos en las organizaciones, en todas: no se preocupan por mejorar la del empleado individualmente considerado (que finalmente repercutirá en la general de aquellas). No se considera el elemento subjetivo y psicológico de la productividad.

Se habla de aumentarla pero no se enseña a hacerlo realmente, a aplicar esas sencillas técnicas que evitan las distracciones. y ahí es donde se encuentra la raíz del problema, en que se preste atención a ello, pues resulta extremadamente sencillo y barato formar y poner en práctica este tipo de técnicas, que además favorecen a la persona más allá del horario laboral y de su tarea estrictamente profesional.Existen diversas técnicas reconocidas (GTDPomodoroAutofocus…) además de las que cada uno pueda haber creado y que le funcionen individualmente.

Por nuestra parte sería muy aconsejable leer sobre ellas y si consideramos que realmente nos distraemos y no somos todo lo productivos que podríamos llegar a ser, seria interesante poner en práctica alguna o algunas de ellas para probar y elegir la que mejor se adapte a nuestras necesidades.

Pensemos detenidamente si verdaderamente somos eficientes, si estamos aprovechando el tiempo del que disponemos, si controlamos los ladrones de tiempo. Si no es así deberíamos cambiar  la situación y darle la vuelta, no sólo para mejorar profesionalmente sino también personalmente. Tendríamos más tiempo libre para el ocio o la familia.

Y por último, las Administraciones y otras organizaciones también deberían preocuparse por que sus empleados aprendan a aprovechen su tiempo al máximo. Esto logrará aumentar su motivación y serán incluso más felices. Y ya sabemos que un empleado feliz es más productivo…Para saber más:


7 ladrones de tiempo y 7 técnicas para combatirlos
Técnica pomodoro

El miedo de los jefes a evaluar el desempeño

Uno de los efectos que tiene la ejecución de la evaluación del desempeño (ED) en la Administración, en aplicación del Estatuto Básico del Empleado Público (EBEP), es que obviamente, alguien tiene que evaluar. Debe haber una persona dentro de la organización que conozca qué hacen los empleados para poder valorar cómo lo están haciendo, y generalmente serán los superiores los destinados a valorar el rendimiento y desempeño de sus subordinados.

Esta es la tendencia en nuestras Administraciones frente a otras posibilidades del sistema, como la evaluación 180º o la 360º, que incluyen otro tipo de evaluaciones (subordinados, compañeros, clientes-usuarios…). Esto plantea una importante cuestión, ¿están preparados los jefes para tan comprometido trance? La respuesta general es no.

Resultados de la evaluación del desempeño
Resultados de la evaluación del desempeño

No ha habido cultura de la evaluación en las Administraciones públicas y salvo contadísimas excepciones anteriores al EBEP no se ha aplicado a pesar de existir algunos antecedentes legislativos que ya lo permitían.

Por ejemplo, la Ley 30/1984,  de Medidas para la reforma de la Función Pública, en su exposición de motivos ya menciona el desempeño en el puesto de trabajo al ligar al mismo las retribuciones. De hecho, el artículo 23.3.c) establece que el complemento de productividad está “destinado a retribuir el especial rendimiento, la actividad extraordinaria y el interés o iniciativa con que el funcionario desempeñe su trabajo”; lo cual supone que dicho desempeño debe ser valorado de alguna manera. 

Por otro lado, la Resolución de 27 de julio de 1998, de la Secretaría de Estado para la Administración Pública, por la que se publica el Acuerdo del Consejo de Ministros, de 17 de julio de 1998 por el que se
promueve la implantación de sistemas de evaluación del rendimiento de unidades administrativas en la
Administración General del Estado, la define así:

 A los efectos de este Acuerdo, se entiende por evaluación del rendimiento un sistema interno y flexible de autoevaluación de cada centro directivo, mediante la medición periódica y objetiva de la relación entre los recursos personales y materiales de la organización y los resultados relacionados con las actividades desarrolladas, así como del análisis de los indicadores y series de gestión que los cuantifiquen, obtenidos
a través de adecuados sistemas de información para la dirección.

Por tanto, ya se preveían estos sistemas aunque el EBEP ahora le ha dado carta de naturaleza finalmente de manera unificada  en forma de Estatuto básico para los distintos niveles de Administración en España.

La cuestión está en saber si los jefes serán buenos evaluadores, si querrán y podrán desempeñar esta nueva función. El problema no es baladí, pues la ED es un proceso de por sí complicado, no siempre objetivo cuando de desempeño stricto sensu hablamos, en el que hay mucho de valoración personal, con lo que ello conlleva. Parece una herramienta más propia de la Psicología del trabajo, de los profesionales de los recursos humanos, que de cualquiera que tenga responsabilidades de mando. 

Qué es la evaluación del desempeño
Qué es la evaluación del desempeño

Los jefes no están preparados para evaluar

En nuestras Administraciones no se enseña a ser jefe, a dirigir equipos, simplemente se aprueban unas oposiciones o se promociona, pero no hay una formación específica que incluya, entre otras habilidades directivas, la evaluación de los subordinados. Sabemos hacer nuestro trabajo diario pero en él no está incluida la ED ni otras competencias de dirección, como digo. 

Por si fuera poco, las últimas reformas en materia de función pública aumentando jornadas, restringiendo salarios y otros derechos sociales, no ayudan a crear un clima propicio para desempeñar otra función más, alejada –en principio- de las habituales del puesto. Ese sería un primer problema a la hora de que los jefes quieran evaluar: exceso de trabajo y poca formación.

Pero a ello se añade otro elemento más importante: las relaciones personales existentes entre jefes y subordinados, así como la personalidad de los propios evaluadores y los efectos distorsionadores de la evaluación que ambos elementos unidos pueden producir (efecto halo, efecto acontecimientos recientes, tendencia a la medición central…). 

Por tanto, se haría necesario en primer lugar informar adecuadamente a los jefes de la importancia, las ventajas y la necesidad de realizar evaluaciones lo más precisas posibles, motivándoles a ello, y formándoles seguidamente y de la mejor forma que sea posible en los pormenores de esta novedosa (para ellos) herramienta.

Indudablemente, si para un profesional de la evaluación o, en general, de los recursos humanos, no es fácil conocer a la perfección los entresijos de la ED y ha necesitado una extensa formación y experiencia, para alguien profano resultará más complicado aún. No obstante, habrá que empezar poco a poco, y sobre todo apoyándoles a través de esos profesionales (internos o externos) para que se vaya perdiendo el miedo a realizar las entrevistas y demás tareas de la evaluación. 

Como digo, al menos hasta que el sistema se haya implantado de manera permanente en cada organización, los jefes tendrán sus reticencias (al igual que los subordinados) a realizar las evaluaciones, como es normal, pero deberán ser conscientes de que más tarde o más temprano el sistema se terminará por implantar en casi todas las Administraciones (siempre se quedará alguna fuera) y deberán asumir ese nuevo rol. De ahí también la importancia de las pruebas piloto a la hora de implantar el sistema, y que permiten un mejor conocimiento no sólo del mismo sino sobre todo de las peculiaridades de la propia organización.

Porque, no olvidemos, cada una de ellas es distinta a las demás.

Los funcionarios no deberían tener el trabajo asegurado de por vida

Quien lea sobresaltado el título de esta entrada y conozca mínimamente cómo funciona nuestro sistema de empleo público que no se asuste. Como verán, está entrecomillada. Son las declaraciones de Percival Manglano, ex Consejero de Economía y Hacienda de la Comunidad de Madrid entre 2011 y 2012 en una entrevista publicada por Intereconomía.com el 10 de marzo de 2013. El Sr. Manglano ha publicado su libro “Pisando charcos”, en cuyas páginas, entre sus propuestas de reformas que serían necesarias en España, se encuentra la lindeza de poder despedir a los empleados públicos. 

Funcionarios
Funcionarios

Sólo quiero centrarme muy brevemente en estas palabras, que para un profano pudieran parecer lógicas y coherentes con lo que ocurre en la empresa privada, máxime cuando la Administración pública está tratando de acercarse a sus técnicas en la búsqueda de la eficacia y eficiencia, de la mejora de la productividad con ahorro de costes en una palabra, a la hora de ofrecer sus productos y servicios.

Pero lo que parece ignorar el Sr. Manglano es que el actual sistema de “trabajo para toda la vida” no es más que la forma vulgar de denominar a un sistema de carrera instaurado en España y otros muchos países de nuestro entorno para asegurar la independencia de los funcionarios en su labor. 

Spoil system vs inamobilidad

No tenemos más que echar un vistazo al Spoil system estadounidense, por el cual no suele haber trabajo público asegurado y cuando llega un nuevo presidente a la Casa Blanca se produce un ir y venir de cajas de cartón con los enseres personales de decenas de miles de empleados públicos; unos despedidos y otros contentos y agradecidos al nuevo partido en el poder. 

Eso es precisamente lo que trata de evitar el sistema español, no sólo que por los vaivenes políticos se bloquee el normal funcionamiento de la Administración Pública, sino lo que es peor, que bajo la sutil idea de la poca productividad se pueda expulsar a buenos empleados pero que no comulgan con un determinado (o incluso con ningún) color político, o se pretenda “hacer hueco” a los acólitos. El Sr. Manglano habla de mejorar los incentivos de nuestros empleados públicos con el fin de que sean más productivos.

Eso ya lo prevé el EBEP y es el santo grial de cualquier organización, pero al contrario de las privadas, en las públicas prima el interés general, y la imparcialidad  es uno de los mejores medios con los que la ley ha dotado a los funcionarios para garantizarlo. 

En cualquier caso, existen mecanismos ya previstos en nuestras leyes de empleo público para asegurar ese buen hacer, para motivar a los empleados públicos a lograr una Administración mejor, e incluso a sancionarles o expulsarles en casos muy graves; pero la puesta en práctica de esas mejoras, de la modernización administrativa que demanda la sociedad, queda en gran parte en manos de los políticos, que muchas veces están más pendientes de otras cuestiones poco o nada relacionadas con aquel interés general que en desplegar todo lo que permite el EBEP.  

Así pues, no es tanto cuestión de echar a los empleados públicos como de tener unos cargos públicos más dignos de confianza y que trabajen por mejorar la Administración, y sobre todo que tengan un poco de idea sobre los fundamentos de nuestro sistema de empleo público.