Frente a esta disparatada pregunta se encierra una reflexión que me hacía al leer el artículo “Las oficinas deben reinventarse para ser más flexibles”, publicado en el diario La Razón del jueves, 20 de octubre de 2016. El diario reunió a cinco expertos en una mesa redonda sobre la “innovación en workplace: más allá de 2020”. La conclusión es que hay que flexibilizar el espacio y el puesto de trabajo y hacerlo, por decirlo así, más acogedor.
Los expertos reclaman más flexibilidad a la hora de diseñar los puestos de trabajo y es cierto, estamos acostumbrados a utilizar los mismos espacios que hace décadas y la oficina en ocasiones no se adapta a los cambios tan drásticos que estamos viviendo a la hora de entender el trabajo y su formas de ejecución, desde las nuevas tecnologías hasta el uso de dispositivos móviles o el teletrabajo. Por eso se dice que el lugar de trabajo es donde nos encontremos en cada momento desempeñandolo.
Pero también es cierto que esos mismos espacios son en ocasiones lugares fríos, incómodos, donde no nos sentimos a gusto. Esto debería cambiar y creo que podríamos aprender aquí también de la empresa privada. ¿Por qué empresas de la talla de Google o Yahoo disponen de esos espacios y servicios para sus empleados que todos hemos visto? porque les ayuda a ser más productivos mediante la creación de un entorno cómodo que les hace pasar incluso más tiempo en la empresa.
La clave se encuentra en un concepto bien simple: motivación. Tener a unos empleados motivados, satisfechos o contentos con el lugar donde deben pasar tantas horas, y que lo consideren casi como una extensión de su espacio privado les hace mejorar su desarrollo profesional y su productividad.
Esto es tan fácil de entender desde el punto de vista de la innovación en la gestión de personas que a muchos nos gustaría trabajar en ese tipo de empresas (a quién no le agradaría tener comedor gratis, horas libres para nuestros propios proyectos, gimnasio, masajista o podernos llevar al perro al trabajo).
Oh… disculpen, se me ha ido la cabeza pensando en todas estas cosas y no me he dado cuenta que estamos hablando de la Administración Pública. Qué cara pondría el ciudadano si nos ve con nuestra mascota al lado mientras le atendemos.
Claramente, no podemos pensar en este tipo de “ventajas” en un servicio público y quizás se me haya ido “la pinza”, pero tampoco estaría de más pensar en modos más ‘adecuados’ de mejorar nuestros espacios de trabajo, que sean más amigables, pues al fin y a la postre los empleados públicos también somos personas trabajadoras, con unas motivaciones y la obligación de ofrecer resultados similares a los que puedan tener en el entorno privado. Por tanto, la necesidad de ambientes laborales más cercanos a la innovación, modernos, adaptativos y que nos hagan sentirnos a gusto y pasar nuestro tiempo en ellos más felices tampoco es una mala idea. Creo yo.