El Presidente del Gobierno ha anunciado que volverá a congelar los sueldos de los funcionarios en 2014, si bien (¡qué consuelo!) nos darán la paga extra. Triste bálsamo para un sector tan castigado, no sólo desde que comenzara la crisis sino desde hace ya bastantes años a través de subidas por debajo del IPC y anteriores congelaciones.
Estas medidas, que tratan de reducir el déficit del sector público, lo hacen precisamente sobre una parte esencial del mismo, pues los empleados públicos no sólo son el «motor» de la Administración, los que atienden a los ciudadanos y les ofrecen lo mejor de sí mismos, tratando de solucionar sus problemas particulares, muchas veces con imaginación, sino que además se les están exigiendo unos sacrificios que suponen directa e indirectamente una indudable merma de su motivación para, por otro lado, pedirles además que sean más productivos.
No discuto que todos, empleados públicos y privados, debemos concienciarnos de la necesidad de mejorar nuestra implicación con el trabajo, esforzarnos por dar lo mejor de nosotros, pero por parte de las organizaciones (empresas y Administraciones) también debe existir una mejor gestión de recursos humanos, del talento, de la motivación, y nos traten con más respeto, así como que exista una adecuada política retributiva, que no genere injusticias internas ni externas. Esto es un medio esencial para lograr esa implicación.
A las bajadas y congelaciones salariales se ha unido otra serie de normas aisladas en políticas de gestión del personal de las Administraciones que no han estado acompañadas de medidas de más largo alcance. La función de recursos humanos no sólo es exigir mayor productividad y regular los salarios en función de la disponibilidad de dinero, sino que debe ir más allá, ha de estar suficientemente coordinada con otras políticas como las mencionadas y con la gestión del reconocimiento, del conocimiento, de incentivos, contar con los empleados, mimarlos me atrevería a decir (pues, insisto, son el motor de las organizaciones).
Esas medidas actuales, aisladas unas de otras y contrapuestas (bajadas y congelaciones salariales con aumento de jornada y reducción de derechos) no son la mejor medicina para lograr lo que se pretende, una Administración más eficiente, sí quizás más pequeña y económica, pero esto es distinto. La adecuada redimensión de plantillas o la optimización general de los recursos son algunos de los puntos negros de aquella.
Se dice que los españoles trabajamos más horas que en otros países pero producimos menos. Este es un problema grave que va no sólo en detrimento de nuestro PIB y prestigio, sino que nos indica que algo grave está ocurriendo, y no es más que la inexistencia de unas políticas adecuadas en materia de organización y gestión de personal, dejación por parte de los políticos de sus responsabilidades, falta de controles y de incentivación del esfuerzo.
Precisamente la desincentivación del esfuerzo personal, la cultura de la subvención y del enriquecimiento rápido, son algunos de los males que también nos aquejan.
Buena parte de ello es culpa, como digo, de quienes gestionan nuestras organizaciones públicas, que parecen no saber de qué va el tema o están más preocupados de la política que de solucionar los problemas reales. En fin (que me enciendo) con congelaciones salariales a un sector concreto de trabajadores creo que no se solucionan los problemas.
Necesitamos que nos traten mejor y no carguen contra nosotros una parte tan importante de recortes (al menos no de esta manera) pero sobre todo que existan otras medidas de más amplio espectro para mejorar la eficiencia y eficacia de lo que tenemos, un potencial humano de primer orden, actualmente muy desmotivado, por cierto.