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Estudios y comentarios sobre la gestión de recursos humanos o de personas, concepto esencial en la mejora de la Administración Pública

¿Qué le falta a nuestra Administración para estar a la altura de las circunstancias?

Todos conocemos lo mal vista que está la Administración pública española por los ciudadanos y, parece que desde hace unos años también por nuestros políticos. Todos sabemos también que ello es debido en parte a su gran tamaño y la poca eficacia de la que parece hacer gala, entre otras causas.

Aproximadamente 2,7 millones de empleados públicos en los tres niveles de la Administración (estatal, autonómica y local) incluyendo miles de asesores (personal eventual) y «enchufados», así como un gasto que se lleva un gran pellizco del PIB, unido a una dirección política que deja mucho que desear, no ofreciendo por contra los resultados que debería, hacen que la desconfianza sea como mencionamos, a pesar de que la estabilidad que ofrece en el empleo haga que muchos quieran olvidarse de esos defectos e intenten entrar a formar parte de ese grupo de «privilegiados».

¿Qué está fallando para que la situación de ineficacia sea esa? ¿Qué impide poder mejorar y que la Administración sea como debe ser?
Ya hay algunos ejemplos de buenas prácticas y de organismos públicos acreedores de sellos y premios a la calidad, lo que demuestra que si se quiere, se puede. Pero hay que querer, y no es por falta de ganas de quienes vemos día tras día las incongruencias del sistema y los intereses de quienes nos mandan, tan distantes en muchas ocasiones del interés público, y lo mal organizado de nuestro entramado «burocrático».

Redimensionar medios y plantillas

Se habla de falta de medios, pero medios hay de sobra en muchos casos, si bien se encuentran mal repartidos, tanto los recursos materiales como los personales. Comenzando por éstos, nos encontramos con un sobredimensionamiento de plantillas. Muchas veces se crean puestos de trabajo sin saberlos distinguir de las plazas de quienes los ocupan y sin contar con un adecuado análisis y descripción de puestos. No existen en muchas de nuestras Administraciones estudios serios de necesidades y recursos disponibles. Cómo pueden saber lo que necesitan si no saben ni lo que tienen. Se da el hecho de tener en casa funcionarios bien preparados, talentosos, pero que se encuentran en el puesto equivocado. No se hace ni siquiera una encuesta de las competencias de cada uno y se desperdicia así unas capacidades extraordinarias.
Hay que empezar también por eliminar a todos los que no han obtenido sus plazas justamente.

El Estatuto Básico del Empleado Público introdujo la figura del personal directivo, que tiende a buscarse en ocasiones fuera de la propia Administración, más por afinidades que por valía.

No se entiende muy bien que se haya creado esa figura como algo apartado del empleado público, a pesar de lo que indicaba el informe de la Comisión de expertos, dando a entender que los funcionarios no seamos capaces de dirigir. Las habilidades directivas no se exigen en los procesos selectivos y deberían comenzar por tenerse en cuenta. De hecho debiera cambiarse la forma de ver el acceso al empleo público, olvidarnos un poco de las oposiciones memorísticas, que lo único que demuestran es que alguien se sabe de «pe a pa» el temario sin tener en cuenta otras habilidades (trabajo en grupo, liderazgo, atención al público, iniciativa, talento…) y buscar más este tipo de competencias.

El procedimiento administrativo es la soga que ahoga la eficacia

Estamos demasiado constreñidos por las normas. La seguridad jurídica y la salvaguarda del interés general son fundamentos de nuestro Estado de Derecho. El ordenamiento jurídico establece unas reglas de procedimiento que aseguren esos principios, pero muchas veces ahogan la eficacia de los resultados, así como la eficiencia.

Los empleados públicos debemos seguir normas que en ocasiones no entendemos, que retrasan la obtención de aquellos resultados. Todo se basa en procedimientos garantistas, excesivamente garantistas; y controladores, insoportablemente controladores.

El legislador parece haberse dado cuenta (tarde y tímidamente) y trata de agilizar algunos de ellos (p. ej.: declaración responsable y comunicación previa del artículo 71.bis de la Ley 30/1992, de Procedimiento Administrativo -introducido por Ley 25/2009- y su posterior aplicación práctica a través de la regulación de las licencias exprés).

Hace poco leía un artículo sobre las diferencias entre España y EE.UU a la hora de emprender, y algunas de las más destacadas eran precisamente las trabas burocráticas que se imponen a nuestros emprendedores, amén de la falta de motivación y respeto por quien se arriesga en los negocios, los impuestos y la cultura de la subvención pública que reina en España.

La Administración debe abrir la mano a la iniciativa privada y no ser tan cuadriculada. En un curso sobre evaluación del desempeño al que asistí, el ponente, un consultor de los que ahora están haciendo su agosto ayudando a la Administración Publica a ser más eficiente, comentaba que no sabemos aprovechar al máximo las oportunidades que nos ofrecen las normas de procedimiento a pesar de lo restrictivas que parezcan ser. Estamos demasiado imbuidos del carácter burocrático que ha imperado desde hace décadas que no sabemos exprimir los resquicios que ofrecen. Hablaba del caso de las licencias urbanísticas y ponía como ejemplo algunos ayuntamiento que ya antes incluso de aplicarse la nueva normativa «exprés» las otorgaban en cuestión de días y casi de horas.

No sólo el legislador debe darse cuenta (lo sabe pero no actúa) de la cantidad de normas que tenemos en España y de lo que retrasan la eficacia de la Administración (no voy a entrar en el eterno debate de los efectos en nuestro ordenamiento de la existencia de las Comunidades Autónomas) lo que la lleva a no lograr modernizarse como debiera, sino además los empleados públicos debemos quitarnos en ocasiones la capucha de burócratas que nos impide ver más allá de la estricta letra de la ley. Hay que resolver los problemas de los ciudadanos, ser prácticos y resolutivos, aunque sin perder de vista los derechos ciudadanos.

Utilicemos más las TIC

Otro aspecto en el que no se pone especial atención, sobre todo en las Administraciones más pequeñas, es en la gran ayuda que supone utilizar las Tecnologías de la Información, las redes sociales, Internet, etc, en el desempeño de su actividad. La utilización del eDNI y de los certificados digitales no está aún muy extendida entre los ciudadanos y muchas Administraciones tampoco permiten acceder a sus portales a realizar trámites con ello.
Esto debe cambiar. El esfuerzo del Estado en este sentido es grande, y puesto que la complejidad de nuestra burocracia (utilizo este término en el sentido meramente descriptivo) es cada vez mayor, no estaría de más formar al personal en su manejo, así como facilitar a los ciudadanos su utilización. Eso redundará en una mayor agilización de trámites y una descarga de trabajo a aquel.

Motivar, contar con los empleados: la clave del éxito

Para terminar, todas estas propuestas pasan indefectiblemente por contar con el músculo, el motor de la Administración, que son sus empleados. No sólo deben estar bien preparados, haber accedido en condiciones de igualdad, sino que ante todo se les debe valorar, ha de contarse con ellos, darles autonomía, motivarles, aprovechar el talento individual y colectivo, y todas esas competencias y capacidades que sin duda tienen.

Esto parece obvio y de ello se habla mucho en el entorno privado pero parece que en el público los políticos se olvidan, no se cuenta con ellos y se les trata, se nos trata, sin respeto, cuando somos el espejo de la Administración ante el ciudadano. Las organizaciones las forman personas y son ellas quienes les dan personalidad. Por ello termino pidiendo respeto y que se cuente más con los empleados públicos que cada día tratan de sacar adelante su trabajo y conocen de primera mano lo que falla y lo que puede mejorarse porque precisamente ellos están en contacto directo con el ciudadano y sólo se rigen por criterios de servicio al mismo.

Mejorar la productividad: Técnica Pomodoro*

Hace tiempo comencé a practicar la técnica «Pomodoro» para mejorar la productividad. Mi objetivo era averiguar si realmente se mejora un aspecto que a muchos resulta realmente complicado de controlar: la organización del tiempo para optimizar nuestras tareas. O, dicho de otro modo, lograr mayor eficiencia en nuestros quehaceres, sean cuales sean (trabajo, estudio…).

A muchos les ocurre lo mismo, a veces tenemos tantas cosas en la cabeza que no sabemos por dónde empezar. Queremos hacer varias cosas al mismo tiempo (multitarea), no organizamos los tiempos, nos aturullamos y hay quien se bloquea, perdiendo un tiempo valiosísimo. Y eso cuando no nos dedicamos a procrastinar, a retrasar la ejecución de tareas continuamente.

Pues bien; mirando el tema de la productividad en el trabajo y las técnicas más conocidas (como GTD, time boxing, autofocus…) me topé con esta curiosa modalidad del time boxing.

Técnica pomodoro
Técnica pomodoro

La base de todas estas técnicas consiste en ayudarnos a programar y organizar nuestras tareas como primer paso (planificar) para después ayudarnos a desarrollarlas sin interrupciones.
Estas son uno de los principales problemas con que nos encontramos en el día a día. Estamos haciendo algo y de repente nos vienen a la cabeza multitud de cosas que tenemos que hacer (llamar a fulanito, revisar el correo…). Son las llamadas interrupciones internas. Luego también están las externas, aquellas cuya aparición no podemos controlar (esa llamada inoportuna, un cliente o proveedor que viene…)

Pues bien, uno de los pasos para lograr ser más productivos consiste en saber lidiar con estas interrupciones.

La técnica pomodoro

La técnica pomodoro (tomate en italiano) la creó precisamente un estudiante de esa nacionalidad llamado Francesco Cirillo, que tenía esos problemas. Vio esos cacharrillos en forma de tomate, manzana o cualquier otro alimento que controlan el tiempo de cocción de los alimentos y avisan pasados los minutos que programemos; y partiendo del time boxing diseñó el sistema.

La base del mismo es planificar previamente todas las tareas pendientes en una hoja inventario de actividades y luego, día a día, planificar las tareas que pretendemos desarrollar (hoja de actividades diarias). También hay una hoja de inventario para llevar un control estadístico, pero no la he utilizado.

En qué consiste la técnica pomodoro

Pomodoro consiste en dividir el tiempo en el que desarrollamos las tareas en bloques de 25 minutos, tras los cuales hay una pausa de 5 minutos. Cada bloque de 4 «pomodoros» completados nos da una pausa de 15 minutos. Por lo que dos pomodoros serían una hora de trabajo.
Cada pomodoro es indivisible e ininterrumpible. La idea es que nos centremos al 100% en la tarea. Es muy gráfico el vídeo de presentación de la web oficial (el enlace está al final). Es como si pusiéramos una barrera entre la tarea y el mundo exterior. Si algo nos interrumpe lo anotamos como próxima tarea o lo demoramos para cuando terminemos (alguien que nos llama, una tarea que nos hemos acordado que hay que hacer…). Pero si realmente nos distraemos o se interrumpe totalmente la tarea hay que anular el pomodoro y comenzarlo de nuevo.

La primera pregunta que surge es por qué 25 minutos y no 20, 40 o 60. Según el autor esos 25 minutos es el resultado de calcular a base de práctica el mejor intervalo de tiempo de trabajo.

La técnica sólo se basa en la realización de las tareas pero no en la obtención de resultados en sí; eso lo debemos controlar nosotros. Si una tarea requiere una hora la programaremos para 2 pomodoros, pero si requiere más de 5-7 pomodoros es conveniente descomponerla en tareas más pequeñas.

También se aconseja utilizar los 3-5 primeros y últimos minutos de cada pomodoro para repasar la tarea antes de comenzarlo y justo antes de concluirlo. Esto permite una primera toma de contacto con una nueva tarea (pueden dedicarse a esto hasta 10 minutos) o retomar la que ya habíamos comenzado antes, así como una revisión al final de cada bloque.

Según el autor, la técnica permite trabajar individualmente, en parejas o en grupo,  y también calcular el tiempo de desarrollo de una determinada actividad, lo que podría traducirse -según el autor- en saber su coste.

Poniendo en práctica el sistema pomodoro

Durante dos semanas puse en práctica el sistema pomodoro. Primero rellené en una hoja inventario las tareas que tenía pendientes, en general. Por ejemplo, leer varios libros, trabajar en la Tesis, hacer yoga, pilates, judo, estudiar inglés… vamos, lo que tengáis pendiente. Calculando los pomodoros que supongan.
La primera cuestión que surgió fue saber su tiempo de realización. En cuanto a la lectura de libros no hay mucho problema, pues calculando las páginas que podemos leer sin interrupción cada media hora (por la duración del pomodoro más la pausa) seremos capaces de estimar lo que nos llevaría leerlo completamente.

En cuanto a tareas más complejas (trabajar en la Tesis) como es una actividad a más largo plazo y que puede dividirse en tareas independientes (hacer tal capítulo, buscar tales datos…) podemos anotar en la hoja inventario bien el concepto «trabajar en la Tesis» o «terminar el capítulo I». Yo preferí lo segundo, pues es conveniente marcarnos objetivos realizables a corto plazo para ver el progreso. Si pongo trabajar en la Tesis, lo que me puede llevar años, no veré en la hoja de inventario prácticamente ningún avance, pero si pongo «Depurar el capítulo V» tengo un objetivo realizable a corto, con más posibilidad de estimación del tiempo de realización.

Tanto si no sabemos el tiempo que nos llevará como si se trata de actividades reiteradas (como hacer yoga cada día) yo no puse una duración en el inventario sino que en la hoja de actividades diaria la anoté con el número de pomodoros previstos para ese día. Por ejemplo, al yoga se le puede destinar un pomodoro diario, a la Tesis tres ese día concreto (otro día puedo dedicarle 4 en varias tareas más pequeñas, por ejemplo), y así.

Libro sobre la técnica Pomodoro
Libro sobre la técnica pomodoro

Para controlar el tiempo podemos utilizar cualquier sistema que nos permita medir el tiempo en intervalos de 25 minutos; o un cronómetro de cocina o uno normal, o incluso una aplicación informática. Yo he utilizado pomodroido (en inglés) para mi teléfono android. La ventaja es que está diseñado para alcanzar un «nivel» según completas pomodoros (principiante, iniciado, entrenado…) con lo que te vas picando para hacer más pomodoros y avanzar de nivel. Es como un reto, parece un juego y se hace más llevadero.

Conforme completemos pomodoros pondremos una cruz a la derecha de la línea correspondiente de la tarea en la hoja diaria. Al terminar las tareas las tacharemos de la misma, y si concluye la actividad completamente (leer un libro) también la tacharemos de la hoja de inventario de actividades.
Resulta muy gratificante ver el progreso y cómo vamos concluyendo actividades. El simple hecho de tachar nos estimula mucho.

Gestionando las interrupciones

Como decía, la idea que subyace en estas técnicas es centrarnos en una sola tarea cada vez, pero es obvio que tendremos distracciones externas e internas. Las internas se solucionan con un poco de práctica al concentrarnos en nuestro pomodoro. Parece una tontería pero saber que tienes un tiempo limitado para realizar tu bloque de tarea ayuda a ser más eficiente.

La técnica sugiere que la hoja de actividades diarias se divida en dos partes: la superior para poner las tareas del día, intentando que sea por orden de prioridad; y la inferior para añadir tareas que nos van surgiendo a lo largo del día.

En cuanto a las interrupciones internas, si en medio de una tarea nos acordamos de algo (llamar a Pepe, enviar un mail, comprar unas flores para mi mujer…) pondremos un apóstrofe junto a la tarea que estamos haciendo, en la hoja diaria, y anotaremos esa nueva actividad en la mitad inferior. Cuando estemos en el descanso o cuando tengamos tiempo (incluso podemos dedicar un pomodoro para completar esas interrupciones posteriormente) la podremos hacer.

Respecto a las interrupciones externas (viene un compañero a pedirnos algo, nos llaman por teléfono, tenemos un cliente/proveedor esperando, etc.) depende de qué se trate. A un compañero le podemos decir que ahora le llamamos o que nos llame en unos minutos; el teléfono podríamos dejarlo descolgado -si no nos supone un problema-. Dependerá de cada situación. Si podemos dejar estas interrupciones para gestionarlas más tarde haremos lo mismo que con las internas, anotarlas en la parte inferior de la hoja diaria.

Problemas planteados

La primera duda que surge es sobre la duración establecida. ¿Y si mi tarea dura más o menos de 25 minutos?
En el primer caso habría que hacerla en tantos pomodoros como consideremos, pero que nos suene el «ring» y tener que hacer una pausa cada 25 minutos puede alterarnos casi tanto como lo que tratamos de evitar. Además, no parece tener mucho sentido dividir así tareas complejas como trabajar en la Tesis. Se ha estudiado que un intervalo efectivo para realizar tareas sin perder concentración son unos 50 minutos, haciendo descansos de unos 10 minutos, con lo que dividir en partes de 25 minutos las tareas puede suponer una cierta pérdida de eficacia. Efectivamente, técnicas como time boxing, enfocadas a planificar y realizar tareas en intervalos personalizados, parecen mejores. Todo depende del tipo de actividad que hagamos. Pomodoro puede ser útil para algunas de ellas que permitan esa división temporal o si bloques más grandes nos hacen perder concentración.

El otro supuesto es el de realizar tareas que nos lleven menos de un pomodoro. El autor recomienda agrupar varias tareas para completarlo pero el problema es que tengamos tareas dispares o no sea posible ajustarlas a un pomodoro, o bien que no tengamos tareas que hacer que puedan inclucirse en el sistema.

Otro problema, que creo se produce en cualquier técnica, es la sobreestimación o subestimación del tiempo que vamos a dedicar a cada tarea y a todas en cada día. Para tareas de largo desarrollo podemos decidir dedicar «x» pomodoros un día. Si luego podemos dedicarle más tiempo habrá que actualizar la previsión sobre la marcha. Para tareas más cortas que se hagan en un día podemos estimar que durará un pomodoro pero luego resulte que lleve más o al revés, que nos sobren pomodoros. Por ejemplo, para escribir esta entrada supuse un sólo pomodoro (subestimación) pero como verás, le estoy dedicando bastante más tiempo del previsto y ahora voy por el tercero. Lo bueno del sistema es que permite saltarse los descansos para evitar la desconcentración.

En la práctica la sub y sobre estimación supone que puedan quedarse tareas pendientes. Yo voy revisando cada día las que me han ido quedando para incluirlas en los días sucesivos, pero en cualquier caso se hace difícil y será cuestión de práctica ajustar las tareas con el tiempo que vamos a tener al cabo de la jornada.
Conforme termino actividades que me iban quedando pendientes otros días lo anoto también en esas hojas diarias pero no tachándolas, para que no parezca que la he realizado ese día, sino con una simple marca para saber que se ha hecho posteriormente y no me tengo que preocupar de ella más.

Conclusiones

Creo que prácticamente cualquier técnica de mejora de la productividad es beneficiosa, más si tenemos problemas de organización. Con un simple cuaderno y un bolígrafo podemos hacer maravillas. Pero quede claro que debemos poner algo de nuestra parte: constancia, ser conscientes de que debemos trabajar el tema de las interrupciones, no demorar la realización de tareas (procrastinar, ¡qué palabra más fea!) y marcarnos unos hábitos «saludables» de planificación y trabajo.

La técnica pomodoro es muy sencilla y viene bien para determinado tipo de tareas pero como dije, tiene el problema de la limitación del tiempo.
A mi me ha servido, no obstante, para ser más eficiente, pues he aprendido a concentrarme en la realización de mi tarea durante el pomodoro. Todo depende también de lo hábiles que seamos en la gestión de las interrupciones o las posibilidades que nos ofrezca nuestro entorno. Hay profesiones en que resulta más complicado aislarnos de ellas.

Se puede probar esta técnica porque es fácil de implementar y nos ayuda a no demorar tareas, a centrarnos y, en suma, a mejorar nuestra productividad.

Nota: Tiempo de redacción, revisión y publicación: 4 pomodoros.

* Entrada original de diciembre de 2012

Para saber más:

Web oficial de Pomodoro.
Técnica pomodoro en Wikipedia.
Breve manual en español.
Blog tratando de entenderlo.

Empleados públicos: en busca de la felicidad

El uno de abril se celebra el Día Internacional de la diversión en el trabajo. No es que sea una celebración muy conocida pero creo que es una propuesta interesante, impulsada precisamente por la consultora Humor Positivo, que propugna un buen ambiente en los lugares de trabajo para lograr mayor productividad.

A todos nos gusta que exista «buen rollo» a nuestro alrededor, y en el lugar de trabajo no va a ser menos. La denominación del Día Internacional como de la diversión puede dar lugar a equívocos y quizás debieran haberlo llamado del buen humor o del buen ambiente en el trabajo, pero la idea es la misma: crear, fomentar, mantener e impulsar unas relaciones personales entre compañeros que permitan hacer más llevaderas nuestras horas en la empresa.

El buen humor crea buen ambiente y éste mejora la productividad al estar más contentos, lo que repercute positivamente en los resultados e imagen de la empresa, entre otros beneficios. Entre sus efectos destacan el incremento de la motivación, estimula la creatividad y las capacidades del empleado, y es muy bueno para nuestra salud.

Por desgracia, nada de esto se fomenta en nuestras Administraciones Públicas ni en muchas empresas. Da la sensación de que estar con la sonrisa puesta o contar un chascarrillo de vez en cuando nos distrae de nuestras obligaciones y no es ejemplo para la seriedad de nuestro trabajo, pero nada más lejos de la realidad; bastante están pasando los funcionarios (empleados como cualquier otro al fin a al cabo, a pesar de la fama) como para que estén encima de buen humor.
La productividad real ha bajado porque hay mucha desmotivación en la Administración por los recortes salariales y sociales desproporcionados y mal gestionados que hemos sufrido; vemos cada día cómo se van miles de euros en gastos inútiles mientras se les limitan derechos, y para colmo casi no se les permite, ni mucho menos se fomenta, el buen ambiente laboral.

El Estatuto Básico del Empleado Público (EBEP) y otras muchas normas vienen hablando en los últimos años de mejora de la productividad, de la eficacia y eficiencia de nuestras Administraciones, lo cual pasa indefectiblemente por tener empleados más cualificados, formados, y motivados. Pero como digo, no se ponen las medidas necesarias. Salvo quizás en algunas Administraciones grandes y en otros casos puntuales no existen buenos gestores de recursos humanos y mucho menos líderes que sepan crear equipos de trabajo y llevarlos por la senda del éxito.

No debe confundirse contar un chiste o un chascarrillo, o tomarse un descanso de unos pocos minutos cada hora de trabajo, con no rendir. Los psicólogos del trabajo, psiquiatras y otros profesionales saben que estas pequeñas pausas, estas relaciones sociales dentro del puesto de trabajo mejoran la productividad y en absoluto deben considerarse como conductas contraproductivas en el tradicional sentido que se da en materia de evaluación del desempeño, por ejemplo.

Los políticos no están preparados para los retos que exige nuestra sociedad cuando son ellos quienes deben impulsarlos, y mantener un buen ambiente y a unos empleados públicos lo más contentos y motivados posible, dentro de las actuales circunstancias, es una necesidad perentoria si de avanzar en aquellos y ofrecer mejores servicios a menor coste estamos hablando.

Las Administraciones -y muchas empresas- han de ser conscientes, poner en práctica, impulsar y permitir la creación y mantenimiento de buen ambiente y del humor en el trabajo. Es muy barato y los resultados se notan enseguida.

Para saber más:

Emociones pitivias: humor positivo